Son cada vez más notables las influencias del estilo de vida sobre el desarrollo del cáncer de mama. Así, se sabe que la alimentación interviene en su prevención y ahora, también se conocen los efectos protectores ante la enfermedad de la práctica de ejercicios físicos.
Siempre se ha recomendado a las mujeres adultas realizar actividad física para prevenir el desarrollo de cáncer tras la menopausia. Pero empezar con la ejrcitación desde más jóvenes protege aún más.
Un estudio realizado en la Universidad de Washington evaluó a enfermeras de entre 24 y 42 años de edad que respondieron a cuestionarios acerca de su actividad física desde los 12 años. A los seis años de haber iniciado la investigación se detectó cáncer en una cuarta parte de las mujeres evaluadas (550), siendo a ésta temprana edad, más agresiva la enfermedad.
Los resultados mostraron que aquellas mujeres que habían sido físicamente activas desde la adolescencia (aproximadamente 12 años de edad) tenían un riesgo 23% inferior de contraer cáncer de mama comparado con las mujeres sedentarias.
Los investigadores explican que no es necesario convertirse en una atleta, sino que la ejercitación de 3 horas y cuarto por semana ya es suficiente para gozar del efecto protector de la actividad física.
El menor riesgo de sufrir cáncer de mama cuando se realizan ejercicios físicos se debe, en la adolescencia, a que la ejercitación reduce los niveles de estrógenos en sangre y éstos pequeños cambios hormonales podrían resultar los responsables del beneficio.
La actividad física no sólo puede reducir el riesgo de cáncer de mama, sino que ofrece muchos otros efectos positivos sobre nuestro organismo que nos permiten prevenir enfermedades físicas y mentales, desestresarnos y curar más rápida y fácilmente afecciones de distinta índole.
Entonces, ya sabemos que no es necesario morirnos en el gimnasio ni realizar un esfuerzo sobrenatural durante la ejercitación, ya que sólo 30 minutos al día de actividad física nos permite disfrutar de sus bondades.
Fuente: terra.com
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