La creación de hábitos de vida comienza con el nacimiento y se puede culminar al finalizar la vida. En este proceso, influye el entorno de personas que rodean al individuo, el ambiente y sobre todo, la familia.
En la actualidad, la mayor parte de los padres se preocupa por los hábitos de alimentación y de ejercicio de sus hijos, con la finalidad de prevenir las enfermedades que acechan a los pequeños del siglo XXI, principalmente, la obesidad.
Sin embargo, un estudio presentado en la Journal of Nutrition Education and Behavior, señala que los padres no son las personas más indicadas para evaluar los hábitos de sus hijos, ya que las madres de niños en edad prescolar evaluadas, pensaban que sus hijos comían bien y hacían suficiente ejercicio, mientras que las que tenían hijos mayores no. Pero cuando se analizaron los hábitos de ambos grupos, no se observaron diferencias notables entre éstos.
Además, aunque los niños en edad prescolar tenían comportamientos más saludables, sólo cumplían con dos de las recomendaciones dietéticas: frutas e ingesta de lácteos bajos en grasas.
En lo que respecta a la actividad física y tiempo libre, tampoco se cumplían las recomendaciones. Lo cual lleva a pensar que el efecto subjetivo que influye en el juicio de los padres, no resulta favorable a la hora de juzgar su estilo de vida.
Incluso, es necesario comenzar por los padres cuando lo que se intenta es mejorar los hábitos de los más pequeños, ya que si se piensa que somos activos y no lo somos o que comemos bien, pero en realidad no lo es, el riesgo de enfermar continúa presente sin que lo percibamos.
Es indispensable que los niños realicen junto a sus padres todas las comidas del día, sobre todo, el desayuno, y que aprendan a comer todo tipo de alimentos, así como a realizar actividad física de manera regular, como un hábito cotidiano y necesario.
Fuente: terra.com
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