En un mundo donde se enaltece la silueta esbelta y delgada y dónde, simultáneamente crece el número de afectados por obesidad, es de esperar que las generaciones más jóvenes sientan la presión social de esta paradoja.
Esta realidad contradictoria que se presenta a diario culmina ocasionando una presión social entre los niños y adolescentes que puede contribuir al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria.
Un reciente estudio llevado a cabo por la Universidad de Barcelona, señala que alrededor del 48% de los niños de entre 8 y 12 años tiene miedo a ser gordo, no por los riesgos para la salud que eso implica, sino por el rechazo social, las burlas y la violencia entre pares que esta diferencia física origina.
Lo más preocupante de la investigación es que al interrogar a 180 niños, del total de los evaluados que decían hacer dieta, el 46% no era obeso ni padecía sobrepeso, pero elegían como ideal en una tabla de siluetas de peso, una que estaba muy por debajo de la media normal.
Todo ésto nos lleva a pensar que estamos ante trastornos de la conducta alimentaria que ya se instalan a pronta edad, en las generaciones actuales.
El miedo al rechazo y la baja autoestima son cuestiones que, por encima de la salud, producen el temor a engordar y ser gordo entre los niños en pre-adolescencia.
Imaginemos entonces, lo que sucede entre adolescentes donde los cambios en el cuerpo sorprenden a la mente y son difíciles de asimilar.
Este estudio y la realidad con que nos cruzamos a diario deben abrir nuestra mente e impulsar cambios que dejen de ejercer semejante presión entre los niños que, tarde o temprano, serán las víctimas de todo ésto.
Fuente: periodistadigital.com
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