Después de ver a su hija de 4 años comerse una caja de galletas de 1 kilo, los padres supieron a los 9 años de edad de su pequeña, que su anormalidad tenía nombre y apellido, ya que la niña padecía el Síndrome de Prader Willi.
Se considera una enfermedad rara, de origen genético, que afecta aproximadamente a 1 de 15000 niños produciendo una alteración en el funcionamiento del hipotálamo, zona del cerebro que interviene en el control del apetito.
El síndrome de Prader Wiili provoca una falta de sensación de saciedad, por lo que los afectados no logran sentirse llenos nunca tras una comida. Además, la enfermedad también genera una deficiencia de tono muscular, un elevado porcentaje de grasa en el organismo, alteraciones del comportamiento y un retraso mental importante.
Las personas afectadas culminan falleciendo a causa de una obesidad mórbida y no suelen vivir más de 40 años. La enfermedad es congénita y no se cura.
Quienes la padecen, tienen menores necesidades energéticas, por lo que sus requerimientos de calorías son un tercio de una persona sana. Requieren de una dieta estricta y de un control constante.
En el caso de esta pequeña, que ahora tiene 22 años pero su edad mental es de una niña de 10, sus padres debía colocar alarmas en el refrigerador para controlar sus episodios de ingesta nocturna de alimentos y deben permanecer junto a ella todo el tiempo.
Ahora, mide 1,42 metros y pesa 64 kilos, unos 15 kilos más de lo que debería pesar. Ellos hablan de sentir «pirañas en el estómago» y por lo tanto, hasta deben cerrar con llaves o candados los armarios de comida o refrigeradores.
Un síndrome con el que se nace y con el cual se debe aprender a convivir en una lucha continua e incesante.
Fuente: intramed.net